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sábado, 12 de marzo de 2011

Un viejo en plaza mira a una joven de pueblo chiquito.



Ella es vitrina iluminada, es su propia joya prendida, su telón y su tarima

Él es sólo los ojos que la aclaman.

Ella es vuelta que va y viene, un palmo que palpa, una palma para el alma, y una playa que lo agita

Él es un cerrojo por donde observa solo sus orillas.

Ella es la total totalidad de toda hora

Él es como llevar días en piscina, y cargar en los oídos olas.

Ella es temblor de sismo, un abismo, pero únicamente la parte que interrumpe al aire tibio

Él es un estremecimiento de los extremos de cimientos, que da calor al cuerpo errante con talante de destino.

Ella es del calor lo burbujeante

Él es el valor con una fecha flechada en su calendario como un maleficio.

Ella es el valor de todo oficio

Él es un señor sentado en un plaza.

Ella desplaza la tiniebla de incienso de su iglesia, las batallas de memoria, su prófuga inocencia.

Él es un cubo soldado, un ángel deshelado, desrielado y primitivo.

Ella es un volumen

Él es una enciclopedia.

Ella es marcha

Él espera.

Ella sale con sus libros de la escuela

Él la ve mover su falda, y no encuentra nada que autorice su proeza franca, sin una vellonera.

Ella se va a su casa

Él es su banco en esa plaza, justo frente a frente con la escuela.

Preposmoderno


Escribo un poema robalado, que me pongo entre los puntos desenfocados de los ojos que despiertan. Le llamo poema por ser optimista, pero igual era una camisa lo que llevaba puesta. Miro por la ventana lo que yo quiera, todo o nada siempre y nunca al sensamiento agita. Trato de pensar en su risa y no la veo, trato de contar mis tristezas rebosantes, y mis alegrías desplumadas que desquician. Voy haciendo palabras como otros en las mañanas regalan y compran besos y sonrisas. Hoy no me decido a saber como llamarme, si lleno de alegreza o rebosante en tristegría. La llamo para verificar si está igual que yo: perdida. Ella me contesta de nuevo, sin voz ni rostro, y en un gesto bien parecido a la telepatía me dice que lo que soy es alegriste, y se me derraman las caricias. Es espectaculoso como sudan a chorro los ojos, en este calor que lleva uno a la prisa en ristras, justo al centro del despojo.

Glosario:

Alegreza: cualidad parecida a la tristegría, y comparable sólo con lo alegriste.

Alegriste: llevar contento el gris al centro.

Espectaculoso: es aquello que sorprende, prende, y no se pasa por el ojo.

Preposmoderno: vínculo indiscriminado que se hace sin preferencia, entre un prepotente moderno, y un prepucio posmoderno.

Robalado: el acto de obsequiar con un presente, aquello que se ha conseguido prestado sin permiso.

Sensamiento: es un híbrido que se construye con el asentamiento de sensación y pensamiento.

Tristegría: cualidad parecida a la alegreza, y comparable solo con lo alegriste.

El trabajo de un verdugo.


El mal sabor en la boca pronosticaba el día. Se despertó ya levantado, armado y sin nada de sueño se dirigió hasta la oficina. Su oficina era el otro cuarto. Se sentó pensando en precipicios, así siempre es el principio de los cuentos más horrendos antes de ser hermosos, más de lo debido. El destino que con el sol por la ventana, el café en la taza, y el silbido en los pulmones, acompañaban de corrido el recorrido de sus dedos. Lo llamaba desde temprano con el pecho lo sufrido, con el poco viento digerido, sintiendo que el aire, junto con todo lo tenido se habrá ido mañana. Tenía que hacerlo de una vez, lo vio dormido. Tenía que liquidarlo.

Lo notó ensimismado mirando en la cuneta una colilla de cigarrillo, lo observó mirar a todos lados. Fingió rascarse un tobillo, lo recogió del piso y se lo puso en la boca, buscó ansioso por todos lados un fósforo, no lo encontró y se derrumbó como si él mismo fuera una colilla de aquel edificio fumador que al pisarlo exhalaba por su larga chimenea. El edificio parecía pisarlo con sus grandes columnas, hasta extinguirle el fuego dentro, apretado contra el suelo teñido de smog, y pequeños remolinos. Prisionero más que de un vicio, era reo de su vida, que no parece vida si la comparan con el resto. Se hizo diminuto en la pared, nadie lo veía.

Le iluminé la cara con un encendedor, el sonrió y me consideró su amigo. Yo no cambié mi rostro, estaba serio. El no sabe que soy junto al fuego su verdugo.