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sábado, 12 de marzo de 2011

Un viejo en plaza mira a una joven de pueblo chiquito.



Ella es vitrina iluminada, es su propia joya prendida, su telón y su tarima

Él es sólo los ojos que la aclaman.

Ella es vuelta que va y viene, un palmo que palpa, una palma para el alma, y una playa que lo agita

Él es un cerrojo por donde observa solo sus orillas.

Ella es la total totalidad de toda hora

Él es como llevar días en piscina, y cargar en los oídos olas.

Ella es temblor de sismo, un abismo, pero únicamente la parte que interrumpe al aire tibio

Él es un estremecimiento de los extremos de cimientos, que da calor al cuerpo errante con talante de destino.

Ella es del calor lo burbujeante

Él es el valor con una fecha flechada en su calendario como un maleficio.

Ella es el valor de todo oficio

Él es un señor sentado en un plaza.

Ella desplaza la tiniebla de incienso de su iglesia, las batallas de memoria, su prófuga inocencia.

Él es un cubo soldado, un ángel deshelado, desrielado y primitivo.

Ella es un volumen

Él es una enciclopedia.

Ella es marcha

Él espera.

Ella sale con sus libros de la escuela

Él la ve mover su falda, y no encuentra nada que autorice su proeza franca, sin una vellonera.

Ella se va a su casa

Él es su banco en esa plaza, justo frente a frente con la escuela.

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