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sábado, 2 de enero de 2010

Dibujando (a)Dios.


Mientras unos miran desde abajo, tú miras sin ojos. Mientras unos construyen todo con las manos, a ti no te quedan dedos. Mientras todos siguen llegando, tu no puedes descubrir la ruta, estás perdido, y no puedes pagar el precio de los mapas.

Así que siembras manos, para contar con más dedos. Se pinta azul cielo el relato, pero sigues abajo, pisado por los pies de las manos a las que le pusiste dedos.

Hoy despertaste, y rodaste bajo la puerta, y dejaste el brillo y las costuras, los zapatos, las piernas y las cinturas. Ahora eres corazón, un viejo corazón que ya no dura.

Pero ya tampoco dudas.

Tomaste la oración, y le quitaste los misterios, y ahora se hace sólo de palabras, con un sujeto en acción. Ya rezar más nunca será lo que hace vibrar el martillo del oído de Dios en las alturas. Y lo hiciste de un salto que yo solo he visto. Y aún así no moriste para siempre, porque primero yo te escribo, y ahora cualquier otro te ve.

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